7.4.06

POSTIGOS, VENTANAS

Esa es la luz más bella, lo sé. La he visto algunas veces. Precede en unos segundos a la tormenta, pintando de amarillo y ozono las fachadas de las casas. Se filtra a través de un biombo de papel de arroz, o de una cortina de gasa, y entonces es como dedos enfundados en guantes de terciopelo gris, rozando apenas las superficies. Se cuela por los postigos entrecerrados disparando chorros de partículas de polvo en suspensión. Remolonea entre los árboles cuando ya debería haberse ido mucho rato antes, y su azul profundo agoniza y queda colgado de las ramas y las tiñe de negro con su sangre nocturna.
Vive en algunos pueblos, sólo algunos: pueblos mediterráneos de aire delgado y tenso como una cuerda de violín, pueblos de montaña con ese aire grave como de pájaro posado sobre una roca. En algunas ciudades, sólo algunas: las de la nostalgia o la adolescencia, recuperadas sólo por unos ojos febriles.
Vive en algunas películas, sólo en algunas; en algunos cuadros, sólo algunos.
Es una luz que crece modestamente junto a las ventanas (se alimenta, como decía antes, de postigos, cortinas, persianas, macetas, ramas...) Es la encajera inclinada sobre su mundillo, perfilando poco a poco esa hojita de guipur, creando una finísima y elaborada tela de araña a partir de un simple hilo.

No hay comentarios: