21.9.09

ELLOS Y ELLAS

La sala de conciertos era pequeña, había gente, pero se podía ver la actuación con comodidad. La pareja era un poco discordante: él bastante alto, muy fornido, con unos brazos musculosos que resaltaba una camiseta ceñida, tatuajes, la cabeza rapada y unos rasgos fuertes y marcados, muy masculino, hasta un poco amenazador, con sus manos grandes y su aspecto de “duro”. Ella en cambio era menuda, morena, delgada, apenas le llegaba a él al hombro...

En un momento del concierto él no la vio a su lado y la buscó con la vista: la chica, cansada o quizá algo indispuesta, se había retirado hacia atrás y se había sentado en el suelo al fondo, apoyada en una pared. El gesto preocupado de él al buscarla, cómo corrió hacia ella, cómo se agachó a su lado, la delicadeza con que le tocó la cara y le habló, todo en la actitud de aquel gigantón temible hablaba del cuidado y del temor por su chica.

Pensé en cómo nos aman ellos, los hombres que sí aman a las mujeres, lo tierno que resulta su amor por nosotras, ese temor a que nos pase algo, esa solicitud, esa contención que deben poner en todos sus gestos, ese cariño con el que se acercan a nosotras y colocan a nuestros pies sus cuerpos duros y a veces hasta algo amenazadores y se someten al frágil dogal de nuestras manos y a nuestra necesidad de cambiar las cortinas y buscar lámparas para el salón, esa sabia servidumbre del sexo que nos hace tan compatibles, siendo tan distintos...

Fotograma de Guys and Dolls de Joseph L. Mankiewicz (1955) (Marlon Brando y Jean Simmons en un cabaret de La Habana)

9.9.09

INSOMNIO

La noche es interminable. Hay tiempo. Se amontonan los resplandores fluorescentes del minutero, pero cuando queremos alzar las copas rebosantes de los párpados y brindar por el amanecer aún es pronto, nos indica la leve rendija de luz que aún hay tiempo, que se nos ha permitido saborear el amargo cacao del duermevela un poco más. Durante horas, el sueño merodeó en torno sin decidirse a entrar. Una a una las horas se deslizaron a gatas por el túnel alambicado del insomnio. En las retinas anidaba una imagen que la mente quería empujar al precipicio del olvido, pero el cálido abrazo de la sábana era un lienzo acogedor donde se pintaba ese rostro anegado en murmullos incomprensibles e indefinibles formas. Desfile cruel, los soldados del recuerdo marcaban un compás impío, como páginas arrancadas a libros antiguos: cada palabra es un lazo de seda más, una gota de agua más, otra vuelta de tuerca. De momento no vienen los monstruos con sus deformes miembros a espantar el sueño y alojarse en nuestra vigilia poblada de fantasmas. No, ahora no hay motivo. Es sólo un exceso de recuerdos, un exceso de tiempo, porque la noche no acaba nunca...

Tiziano, "Venus de Urbino", 1538 (fragmento)