23.4.07

ANARIANÁN

Las Ramblas estaban llenas de gente. Colegios, institutos, jubilados, turistas y ociosos que deambulaban. Los chicos de la radio y de la tele compartían espacio con las floristas. Este año la novedad eran las rosas verdes, no desvaídas, no con un tono verdoso, no; verdes-verdes, verde loro, verde como el trigo verde, junto a las azules de años anteriores y las rojas de toda la vida. Empujones para hacerse con el último libro mediático. Como siempre el civismo imperaba hasta asfixiar a los paseantes en su marea de cochecitos de bebé, caras risueñas, correteos de adolescentes y banderas reivindicativas de todo lo cívicamente reivindicable. Libros de todos los colores se agolpaban bajo las sombras de las hojas recién verdes de los plátanos, libros ostentosos y modestos, libros famosos y libros sobrantes de la marea implacable de la moda, como pecios de un naufragio primaveral; libros auto-editados, vanidosos, inútiles, feos; libros bonitos, cuidados, exquisitos, un poco avergonzados de verse allí enmedio de aquella marabunta cívica.
Los ríos humanos se estrechaban en algunos puntos, allá donde el sempiterno poeta de las Ramblas había colocado sus pancartas entorpeciendo el paso, allá donde los puestos de libros políticos habían ocupado con sus portadas malencaradas el espacio vital, y la gente iba y venía atascada en dos apretadas corrientes, sosteniendo con cuidado sus rosas verdes y azules y hablando por el móvil. Alguien felicitaba a un Jordi y le decía una palabra que parecía casi un conjuro mágico: “anarianán”. Lo que tenía que hacer el tal Jordi era “anarianán”. Lo que teníamos que hacer todos los pobres ilusos atrapados en aquella marea imposible era eso, “anarianán”, y eso era lo único que no podíamos hacer, y teníamos que salirnos por la tangente, entre los contenedores de basura de las floristerías y las tripas de los puestos de libros con sus cajas de cartón, para poder avanzar, pero al final, bueno, aquí estamos, con la rosa y el libro.

2 comentarios:

sole dijo...

Muy curioso. (Vengo de mi página, donde has dejado un comentario!). No he estado nunca en Sant Jordi pero por lo visto es una cosa masiva y asquerosamente agobiante. Yo tenia un concepto más idealizado de esa celebración y en cierto modo admiraba a los catalanes por tener una festividad en la que se regale un libro, pero veo que como siempre, el comercialismo ha tomado posesión de todo...

Hale, voy a leer más de tus textos y tal. Gracias por leer!

Anónimo dijo...

Sí, hace unos años que en Barcelona todo lo que se organiza muere de éxito, y Sant Jordi no es una excepción. Gracias por tu comentario. Veo que sigues con la historia del caserón abandonado (muy intrigante). Te seguiré leyendo...
¡Besos!