9.9.09

INSOMNIO

La noche es interminable. Hay tiempo. Se amontonan los resplandores fluorescentes del minutero, pero cuando queremos alzar las copas rebosantes de los párpados y brindar por el amanecer aún es pronto, nos indica la leve rendija de luz que aún hay tiempo, que se nos ha permitido saborear el amargo cacao del duermevela un poco más. Durante horas, el sueño merodeó en torno sin decidirse a entrar. Una a una las horas se deslizaron a gatas por el túnel alambicado del insomnio. En las retinas anidaba una imagen que la mente quería empujar al precipicio del olvido, pero el cálido abrazo de la sábana era un lienzo acogedor donde se pintaba ese rostro anegado en murmullos incomprensibles e indefinibles formas. Desfile cruel, los soldados del recuerdo marcaban un compás impío, como páginas arrancadas a libros antiguos: cada palabra es un lazo de seda más, una gota de agua más, otra vuelta de tuerca. De momento no vienen los monstruos con sus deformes miembros a espantar el sueño y alojarse en nuestra vigilia poblada de fantasmas. No, ahora no hay motivo. Es sólo un exceso de recuerdos, un exceso de tiempo, porque la noche no acaba nunca...

Tiziano, "Venus de Urbino", 1538 (fragmento)

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