15.12.08

PIEDRAS, DARDOS, OLAS

El sol se hundía. La dura piedra del día estaba resquebrajada y la luz se colaba por las grietas. Rayos rojos y dorados, como rápidas flechas con plumas de tinieblas, traspasaban las olas. Sin orden ni concierto, vagaban destellantes rayos de luz, como señales emitidas por islas hundidas, o dardos disparados por entre matas de laurel por muchachos rientes y desvergonzados. Pero las olas, al acercarse a la playa, estaban privadas de luz, y caían en larga percusión, como un muro al derrumbarse, un muro de piedras grises en el que ni una raya de luz había perforado un orificio.

Las olas, Virginia Woolf, traducción de Andrés Bosch.

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