6.12.08

CAMINOS EN EL CIELO

Al salir del palacio de justicia para subir al coche reconocí durante un breve instante el olor y el color de la tarde de verano. En la oscuridad de mi prisión rodante volví a recobrar uno a uno, como extraídos del fondo de mi fatiga, todos los ruidos familiares de una ciudad que amaba, y de una cierta hora en que me sentía contento. El grito de los vendedores de periódicos, en el aire ya distendido, los últimos pájaros en la plaza, los gritos de los vendedores de bocadillos, la queja de los tranvías en las curvas de la ciudad y ese rumor del cielo antes de que la noche se vuelque sobre el puerto, todo recomponía para mí un itinerario de ciego, que tan bien conocía antes de entrar en la cárcel. Sí, era la hora en que mucho tiempo atrás me sentía contento. Lo que me esperaba entonces era siempre un sueño ligero y sin pesadillas. Y sin embargo había cambiado algo, porque con la espera del mañana lo que volvía a encontrar era mi celda. Como si los caminos familiares trazados en el cielo del estío pudiesen llevar tanto a la prisión como a los sueños inocentes.

Albert Camus, L'étranger (fragmento). La traducción es mía.
Joan Miró, Constelaciones

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