4.11.05

RUINAS (ESQUISSE VI, PRIMERA PARTE)


El pasado día 30 de octubre se clausuró en La Pedrera una exposición que se titulaba El esplendor de la ruina, y que recorría con brevedad la historia de las ruinas en la pintura. En el Renacimiento, las ruinas eran una representación de la caducidad de las cosas del mundo, y en concreto la decadencia de lo pagano y triunfo del cristianismo. En el Barroco pasaron a ser emblema de la muerte y "paraíso perdido", moda pictórica con sus tópicos. En la Ilustración nace una nueva visión, la arqueológica: las ruinas se estudian de un modo científico, y al mismo tiempo se usan para meditar sobre la fugacidad del tiempo y la historia. Y por fin en el Romanticismo se exalta la ruina como entorno onírico y estético. Vimos algunos bellos ejemplos de cada época, desde Posthumus y Panini, pasando por Patel y Nomé y algunos caprichos de Piranesi hasta Bellotto, Hubert Robert y una pequeña y exquisita obra de Caspar David Friedrich.
La exposición se completaba con un vídeo realizado para la ocasión, Soñando nuestra ruina de Andrés Hispano y Luis Cerveró, que no hablaba de la ruina como vestigio arqueológico, como poso de otras culturas y otras civilizaciones, ni tampoco desde un punto de vista estético o filosófico, sino como el resultado de la destrucción y la ceguera humana, y sobre todo de la guerra.
Esta visión era más moderna, cinematográfica, y hacía un recorrido cronológico con énfasis en algunos puntos concretos (Germania anno zero, por ej).
La exposición me sugirió dos recorridos personales. Al primero (sugerido por la parte pictórica de la exposición) lo he llamado "Ruinas en el mar"; al segundo, inspirado en el vídeo, "Horrores de la guerra".



1. RUINAS EN EL MAR

1987. En el Breviario Mediterráneo, de Predrag Matvejevic (traducción de Milivoj Telecán):
"Durante los días en que el mar está particularmente diáfano y su profundidad se hace visible, aparecen aquí y allá contornos de objetos, despojos y construcciones insólitos: es posible hacerse la ilusión de haber descubierto en el fondo una galera con un cargamento precioso, un palacio de otros tiempos, los restos de una ciudad antigua. (Las formas ondulantes recuerdan la memoria humana, los cascos destrozados hacen pensar en la historia, las ruinas, el destino.) El Mediterráneo es un coleccionista apasionado".


1988. Paisaje en la niebla, de Theo Angelopoulos, es una película cargada de simbolismos que narra el viaje iniciático de dos hermanos en busca de su identidad. En una de las escenas, una grúa gigantesca extrae del mar los restos truncados de una enorme estatua: una mano, una cabeza, fragmentos de un pasado glorioso y restos de un mundo que ya ha dejado de tener sentido, porque la Grecia que vemos en esta película no es luminosa y sabia, sino un mundo duro y hostil, un paisaje perpetuamente velado por la niebla donde las esperanzas tienen pocas posibilidades de encarnar.

1989. En la sala de exposiciones de la Fundación La Caixa, vi Exposure Time de Eugènia Balcells. Era una especie de diorama que simulaba el fondo del mar, con sonidos y filmaciones que lo acompañaban para reforzar el efecto. Los restos de elementos arquitectónicos que incluía procedían de los derribos de casas, chiringuitos y edificios que tuvieron lugar para crear la "Barcelona Olímpica", los años previos al 92. El agua del mar había suavizado sus contornos y convertido cualquier ménsula de balcón, ladrillo o baldosa hidráulica en restos arqueológicos, fantasmales capiteles, estilizadas ruinas antiguas...
Me impresionó ver por primera vez la trama de la construcción y destrucción de mi ciudad, algo que había ocurrido miles de veces a lo largo de miles de años, pero siempre de forma oculta y vergonzante, a golpe de piqueta y capazo o de taladro neumático y volquete, pero en todo caso un trabajo de termitas, y que por primera vez y debido a la megalomanía de los políticos y próceres modernos y la mirada crítica de la artista se me hacía evidente, como cuando examinas una tela al trasluz.
La seducción del mar y su misterioso yacimiento arqueológico, falsamente antiguo, convertía el desecho en belleza, asimilando los escombros ("runa") a la ruina ("ruïna").

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegro que hayas visitado mi "refugio", Ana, gracias. La exposición de las ruinas me cautivó totalmente. Un beso.