6.2.09

MANCHARSE LAS MANOS

A veces traducir es como transitar por un camino enfangado, fangoso, con las botas altas y el paso fatigado, fatigoso. El bosque se cierra por encima y no se ve el final. Hay niebla y está oscuro, pero sigues a pesar de todo. Otras veces traducir es como una salpicadura de agua fría, como arañazos de zarzas veloces o como romper de un manotazo una telaraña. Casi siempre es un juego civilizado y cortés, letras obedientes que se van ordenando sin pausa y caen en sus huequecitos, pero a veces, algunas veces, hay algo de refriega, algo que rebulle por debajo sin acabar de materializarse, aunque en la superficie todo parezca manso y domesticado, como si en lugar de traducir con la cabeza lo hiciésemos con las manos, manchándonos de tierra.

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