16.8.07

SEAN SCULLY

Hace unos años que la pintura de Sean Scully ha evolucionado desde su aire casi festivo hasta unos colores mucho más turbios y oscuros y una pincelada mucho más carnal. Las típicas rayas se han ido convirtiendo en rectángulos de contornos vagos. La importancia de la composición geométrica es la misma, pero ésta ya no parece un juego sino una pulsión, conservando siempre, desde luego, su tremenda expresividad emotiva.
Sus lienzos han adquirido más capas, y no sólo en un sentido metafórico, sino literal: debajo de los colores oscuros se esconden otros vibrantes, luminosos. Parece que por los resquicios de los rectángulos de color se filtrara una luz que ilumina los lienzos desde detrás. Una iluminación “impactada”, una “crispación interna” que, según afirma Donald Kuspit en un texto muy interesante incluido en el catálogo de la exposición, son las que salvan a la pintura de Scully de un minimalismo excesivamente ingenuo o simplista.
Las obras de Scully reflejan un “detalle íntimo” y lo hacen sin embargo a escala colosal, en lienzos enormes que parecen haber amplificado el detalle hasta el infinito (ver en este sentido la entrevista con Eric Davis para el Journal of Contemporary Art donde Scully habla de este tema y otros muchos, muy interesantes). Sería productivo también, quizá, establecer una comparación con Hodgkin, un pintor también formado en Inglaterra, que sobrevivió y trascendió al pop y al expresionismo abstracto y que también da gran valor a la pincelada, pero en cuya obra se observa precisamente todo lo contrario: en el caso de Hodgkin, un paisaje entero lleno de gestos amplios se condensa en un lienzo diminuto como una ventanita; su visión no “aleja”, sin embargo, sino que acrecienta la intensidad dramática.


Sean Scully. Fundació Joan Miró, Barcelona, del 29 de junio al 30 de septiembre de 2007.
Obra: Barcelona Blue, 2004. (En Kerlin Gallery)

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