15.7.05

EL PINTOR VIAJERO


Tengo la sensación de aceleración, de torbellino, después de leer este libro. Y no se debe a la prosa de César Aira, que es casi morosa en su recreación pictórica del episodio. Quizá sea porque lo he leído de un tirón, con esa especie de bulimia lectora que me ataca a veces. Coger un libro y empezar a leerlo y seguir, seguir, seguir y seguir hasta acabarlo, venciendo calambres y dolor de cabeza, con un ansia enfermiza de pasar todas las páginas una por una, sin parar, sin parar...
La sensación final es de ingravidez, hasta de una leve náusea. Es imposible asimilar lo leído con tanta rapidez, y por tanto queda formando una nebulosa extraña que enturbia la mente y que a lo largo de las horas siguientes se va asentando poco a poco. También la trama, con la extraña vorágine del ataque indio que concluye la acción, produce ese mismo efecto de succión, de inevitabilidad y de inminencia.
Pero el episodio está muy bien narrado, con inteligencia y humor negro, y además trata de dos temas que me interesan mucho: la relación entre literatura y pintura y el proceso creativo...

La imagen es una de las ilustraciones interiores del libro, obra de Johan Moritz Rugendas (el pintor viajero).

Un episodio en la vida del pintor viajero, César Aira, Mondadori, Barcelona, 2005.

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