29.12.08

ZOOM (MICRORRELATO)














Estación. Andén. Vagón. Ventanilla. Cristal. Asiento. Ojo. Lágrima.


(Fotografía de Man Ray)

20.12.08

PICHÓN DE NIEVE






















Vistió la noche, copo a copo,
pluma a pluma,
lo que fue llama y oro,
cota de malla del guerrero otoño
y ahora es reino de la blancura.
¿Qué hago yo, profanando, pisando
tan fragilísimo plumaje?
Y arranco con mis manos
un puñado, un pichón de nieve,
y con amor, y con delicadeza y con ternura
lo acaricio, lo acuno, lo protejo.
Para que no llore de frío.

José Hierro, "Villancico en Central Park", Cuaderno de Nueva York.
Escultura de Hugo Morales.

15.12.08

PIEDRAS, DARDOS, OLAS

El sol se hundía. La dura piedra del día estaba resquebrajada y la luz se colaba por las grietas. Rayos rojos y dorados, como rápidas flechas con plumas de tinieblas, traspasaban las olas. Sin orden ni concierto, vagaban destellantes rayos de luz, como señales emitidas por islas hundidas, o dardos disparados por entre matas de laurel por muchachos rientes y desvergonzados. Pero las olas, al acercarse a la playa, estaban privadas de luz, y caían en larga percusión, como un muro al derrumbarse, un muro de piedras grises en el que ni una raya de luz había perforado un orificio.

Las olas, Virginia Woolf, traducción de Andrés Bosch.

6.12.08

CAMINOS EN EL CIELO

Al salir del palacio de justicia para subir al coche reconocí durante un breve instante el olor y el color de la tarde de verano. En la oscuridad de mi prisión rodante volví a recobrar uno a uno, como extraídos del fondo de mi fatiga, todos los ruidos familiares de una ciudad que amaba, y de una cierta hora en que me sentía contento. El grito de los vendedores de periódicos, en el aire ya distendido, los últimos pájaros en la plaza, los gritos de los vendedores de bocadillos, la queja de los tranvías en las curvas de la ciudad y ese rumor del cielo antes de que la noche se vuelque sobre el puerto, todo recomponía para mí un itinerario de ciego, que tan bien conocía antes de entrar en la cárcel. Sí, era la hora en que mucho tiempo atrás me sentía contento. Lo que me esperaba entonces era siempre un sueño ligero y sin pesadillas. Y sin embargo había cambiado algo, porque con la espera del mañana lo que volvía a encontrar era mi celda. Como si los caminos familiares trazados en el cielo del estío pudiesen llevar tanto a la prisión como a los sueños inocentes.

Albert Camus, L'étranger (fragmento). La traducción es mía.
Joan Miró, Constelaciones