30.11.08

EXILIO DE LAS COSAS PEQUEÑAS






















De esas fachadas que restauran
llueven lágrimas de polvo y cascotes
de las papeleras se alza un torbellino de papelitos cuadriculados
con nombres escritos a bolígrafo azul,
de los árboles mal podados caen hojas desencuadernadas.
Se dispersan, sin cobijo para las tormentas.
Las cosas grandes cuelgan arriba
en sus tendederos de luces navideñas.
Las cosas pequeñas mueren abajo, indefensas.
El tiempo nos trae este exilio de las cosas pequeñas,
sucesos, restos y años
se arremolinan en el arroyo.

Imagen: Kurt Schwitters, Sin título, 1928.

25.11.08

EN BLANCO


Hoy empiezo a traducir un libro nuevo...
¡Qué ilusión!

24.11.08

EL ABRAZO


El abrazo carnal es el apogeo del cuerpo y la pérdida del cuerpo. También es la experiencia de la pérdida de la identidad: dispersión de las formas en mil sensaciones y visiones, caída en una substancia oceánica, evaporación de la esencia. No hay forma ni presencia: hay la ola que nos mece, la cabalgata por las llanuras de la noche. Experiencia circular: se inicia por la abolición del cuerpo de la pareja, convertido en una substancia infinita que palpita, se expande, se contrae y nos encierra en las aguas primordiales; un instante después, la substancia se desvanece, el cuerpo vuelve a ser cuerpo y reaparece la presencia.





La llama doble. Amor y erotismo, Octavio Paz. (1993)
Concetto Spaziale, Attese (1965), Lucio Fontana.

18.11.08

BATALLITAS

El tiempo de las batallitas nació un día oscuro, en el principio de los tiempos, en el inicio de la edad. Empezaron tan pronto a contártelas que ni recuerdas cómo fue aquel inicio. Desde siempre estuvieron ahí. Te acunaban para dormir, te mantenían en vela con la emoción algo turbia de aquello que sólo se comprende a medias. Eran nombres, hechos, anécdotas de gente que había vivido años atrás, en lugares que seguramente tú nunca llegarías a conocer. A decir verdad, el tiempo de las batallitas y el de los cuentos se mezcla de forma inextricable en la memoria. Junto al sastrecillo valiente, las hermanastras malvadas o la ratita presumida desfila aquella mujer vasca que golpeaba el techo con el palo de la escoba para avisar de que ya había llegado la luz y ponía sal a la mantequilla, y aquel misterioso tío-bisabuelo que estuvo en Cuba y tocaba la mandolina y la guitarra y las metía en la cama para mantenerlas calientes, y aquellas casas castellanas con sus anchos portalones y sus escudos de piedra en todas las fachadas, y el bisabuelo que ejercía de juez de paz allá por la guerra del 14, y las excursiones por la montaña con la abuela vestida con bombachos, y los curas y los maestros y sus tertulias en la rebotica, y los cazadores con sus hurones, los novios infieles que abandonaban a sus novias, los niños que morían de tosferina, los aviadores italianos y la guardia mora y los soldados cautivos y desarmados que hacían anillos con fichas de dominó y joyeros con cajas de puros...
(Imagen de Mandolin Cafe)

14.11.08

DESASOSIEGO


Soy los alrededores de una ciudad inexistente, el prolijo comentario a un libro que nunca se escribió. No soy nadie, nadie. No sé sentir, no sé pensar, no sé querer. Soy una figura de novela aún no escrita, existiendo en el aire y deshecha sin haber existido entre los sueños de quien no supo completarme.


Fernando Pessoa, Libro del desasosiego (fragmento). Traducción de Perfecto E. Cuadrado.

Jannis Kounellis, Roses, 1998.

13.11.08

ÁRBOLES DEL MONTSENY

9.11.08

NIEBLA









































La niebla pasa por encima del Estanyol de Santa Fe del Montseny (8 de noviembre de 2008).

7.11.08

EL CHICO DE KNOWLE WEST

Cinco años después de su último disco, allí estaba Tricky de nuevo, con su extrañísimo peinado mohicano, desnudo de cintura para arriba y saltando como un poseso. El concierto fue breve hasta rozar lo ofensivo, eso sí, con un larguísimo bis que culminó bajando a mezclarse con los mortales. Su música atormentada y oscura ahora nos pareció demasiado guitarrera y ruidosa a veces, un poco dispersa, con canciones que no pegaban demasiado entre sí. Intenso sí que fue, desde luego, y tuvo sus mejores momentos cuando el ruido casi “hardcore” bajaba de intensidad y se enzarzaba en algunos ritmos obsesivos. Sin embargo no quería hablar de todo esto, sino de la propia sala del concierto. Una vez más, Bikini hizo la trampa de siempre. Después de años de sufrirla nosotros ya habíamos decidido no volver nunca más, pero nos pudo la nostalgia. El supuesto aforo de la sala lo forman dos partes separadas por una barra y un telón metálico que se levanta en los conciertos. Pero el escenario está en uno de los lados, y toda la acústica también. En el otro lado hay que ver a los músicos en una pantalla borrosa y oírlos de rebote, con un sonido nefasto. ¿Resultado? El doble de personas apelotonadas en la mitad de sitio. Ellos venden todas sus entradas y supongo que sacan su buen dinerito, pero el concierto es un verdadero desastre, imposible de ver, imposible de oír, una vergüenza. Y lo peor de todo es que ésta es, en teoría, la única sala de Barcelona para conciertos de este formato. Así que sólo nos queda Razzmatazz, Apolo (la mejor con diferencia), y luego salas más pequeñas como Sidecar y otras rarezas. El resto es un desierto arrasado por los macrofestivales.

Tricky presentaba su nuevo disco Knowle West Boy en la sala Bikini, Barcelona, 5 de noviembre de 2008.

4.11.08

VOLVER A ALEPPO

Un restaurante es un negocio que lleva alguien, a quien le va bien, mal o regular. Pero también es un espacio de la memoria. Cuando muere uno al que ibas sientes que te arrebatan algo tuyo... El Café d’Alep desapareció hace años, pero cuando lo recuerdo aún siento la misma pena que el día que supe que había cerrado. El Café d’Alep tenía las paredes pintadas de gris, y unas lámparas con pantallas pequeñas, color rojo oscuro. En las mesas había inmaculados manteles blancos, en las paredes unos cuadros enormes con dibujos antiguos de Aleppo (Siria), y sonaba siempre de fondo música francesa antigua. Solíamos comer allí unos “mezze” siempre distintos, aunque siempre contenían hummus o puré de berenjena como base, y otras ensaladas distintas a capricho del chef. Solíamos comer foie y confit de pato: la carta no era extensa, ni especialmente original, pero todo era bueno, el servicio era extraordinariamente atento, el ambiente muy agradable, la música suave y sin estridencias, las conversaciones íntimas y la decoración muy sobria y muy bonita (aunque ese ambiente tan agradable se debía, en realidad, a que nunca había casi nadie, cosa nefasta para un negocio que lleva alguien...) Era como volver a una casa en la que viviste y fuiste feliz pero sabías condenada al derribo, como acudir a un paisaje antiguo que nunca se acabó de borrar de tus retinas, aunque lo sabías destinado a quedar anegado por una presa.